Lo feo

El arte no se reduce al concepto de lo bello, pues para completarlo hace falta lo feo en tanto que es negación. La disonancia, como en música, es el término técnico para la recepción del arte en relación a lo que la estética y la ingenuidad llaman feo. Sin embargo, en contra de lo que se piensa, ésto no es un concepto exclusivo del S.XX. Desde el arte arcaico de los faunos helenos, abundan materiales que eran considerados feos. El peso de este elemento creció tanto que en la estética moderna se considera ya una cualidad más del arte. Es el elemento que se opone a la ley formal que domina la obra artística.

Si la belleza, tal y como afirmó Hegel en el S.XIX es armonía, ésta, al ser algo que reniega de la tensión en el equilibrio de sus partes, se detiene y se convierte con lo feo en algo perturbado, disonante. Lo feo como lo bello, también ha ido evolucionando con el tiempo, surgiendo algo cualitativamente nuevo. Las consideradas atrocidades anatómicas de Rimbaud y Benn, lo repugnante físicamente en Beckett, el sistema dodecafónico de Schönberg o los rasgos escatológicos de algunos dramas contemporáneos ya nada tienen que ver con lo que se podría considerar feo en una pintura holandesa del S.XVII.

La categoría de lo feo, como pasa con lo bello, se niegan, según Adorno a que sea fijadas mediante una definición como pretende toda estética. Además el juicio de los feo puede ser el resultado espontáneo a un pasaje industrial o una cara deformada pero puede que la técnica que haya dado lugar a esas representaciones artísticas no posea fealdad por sí misma. Un cuadro puede representar algo que como sociedad consideramos feo, pero si la técnica empleada en él es correcta, producto de un artista, ¿el cuadro podrá ser calificado como feo?

Entonces, finalmente nos preguntamos ¿qué es feo? La sociedad establece lo que no considera bello, por lo que Adorno habla de una ideología de la dominación. El paisaje industrial es feo, porque las clases dominantes consideran sucio el trabajo manual, consideran fea la pobreza, el rostro deformado es feo porque las industrias de la moda o la cosmética quieren que compres sus productos. La fealdad es negativa porque así lo establece la sociedad y, por tanto, dejaría de existir cuando desaparezca la opresión, lo feo sería en esencia sólo aquello que se debe expulsar del arte dentro de su camino hacia la autonomía y la libertad, aquello que nos da miedo y domina.

En origen, el término feo hace referencia a algo arcaico, las máscaras de los cultos caníbales, por ejemplo, que eran en contenido una imitación del miedo, así como la belleza era una imitación de la naturaleza. Con la eliminación del miedo mítico, arcaico y medieval, surge el nuevo miedo que oprime, arma de las clases dominantes, que crean un nuevo hechizo mítico contra el que el hombre no se revela al desconocer su existencia, que es la sociedad, de la que no se puede abstraer.

Así, Adorno destruye la idea de belleza, pues ya no es el comienzo platónicamente puro, sino algo que ha llegado a ser en la repulsa de lo que antes era temido. La belleza es el hechizo sobre el hechizo, la promesa de un futuro mejor, el objetivo con el que se engaña a la sociedad para que trate por todos los medios de evitar lo feo.

Así, los estetas utilizan lo subjetivo de la belleza puesto que cuando el arte está más dominado por la subjetividad y cuanto más irreconciliable está con lo sometido más corroe el canon estético, la subjetividad disfruta del sentimiento de su dominio.

Lo feo es, por tanto, el precio que el arte tiene que pagar para elevarse por encima del dominio de las fuerzas naturales y por encima de la opresión a la que está sometido el ser humano. Es lo feo lo que nos lleva a la verdadera naturaleza del arte, no lo bello.

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