Formalismo. La belleza de la música por sí misma
A lo largo del S. XIX, los estetas trataron principalmente no tanto de averiguar lo que es bello en música sino de los sentimientos que ésta despierta en el oyente. De esta forma, consideraban hermoso aquello que despierta sentimientos. Por lo tanto a juicio de Hanslick, se consideraba afilosófica la aplicación de esas estéticas a la música, considerándola hermosa solo en una referencia continua al sentimiento.
Ante ésto, se propone un estudio lo más objetivo posible de lo bello, dejándolo de considerar un sentimiento subjetivo, la belleza debe atacar a la materia misma, investigando lo que ella tiene de objetiva, independiente de las cambiantes impresiones., es decir, el arte musical se debe conocer por su propia misión técnica y comprenderse en función de sí mismo.
Sin embargo, Hanslick consideraba que los esfuerzos por enfrentarse a una especie independiente de belleza había resultado hasta ese momento inalcanzable a la estética musical. La mayoría de los textos aludían a la finalidad y el destino de la música, consistentes en despertar sentimientos, además de llamar sentimientos al contenido mismo de las composiciones musicale
Dos aseveraciones completamente erróneas de acuerdo al crítico. La belleza no es una finalidad en sí misma, la contemplación de lo bello genera sentimientos agradables en el espectador y esa contemplación puede enseñar al espectador algo hermoso con el claro propósito de que en ello se recree, pero ese propósito no atañe a la belleza de lo expuesto en sí.
Lo bello es y será bello, aunque no despierte sentimiento, o aunque el sentimiento no sea agradable, ni tampoco dejará de ser bello aunque nadie lo contemple, sin embargo de acuerdo a las estéticas expuestas, dejaría de ser bello si se mide la belleza como aquello para el placer del sujeto que lo contempla, pero no por ora de sí mismo.
Por su parte, Hanslick pretende cambiar la utilización errónea de la palabra sentimiento, como aquello que nos despierta la contemplación de un objeto artístico, en su lugar, propone sensación, que define como la percepción de determinada cualidad sensorial. El sentimiento por su parte es el cobrar conciencia de un estado de ánimo. Por ejemplo un olor posee genera una sensación sensorial, en este caso olfativa, luego mediante unos procesos como la experiencia o la memoria, nos podrá embargar una emoción de nostalgia si ese olor nos remite, por ejemplo, al hogar.
Así, lo bello alcanza primero nuestros sentidos, algo que comparten todos los objetos sensibles. La sensación es el comienzo y condición de agrado estético y no constituye más que la base del sentimiento, el cual según Hanslick ni siquiera es el órgano que percibe lo bello, sino la fantasía, como actividad de la contemplación pura, una contemplación con inteligencia, es decir, un imaginarse y juzgar, pero a una rapidez tal que no cobramos conciencia de estos procesos de manera aislada, originándose la ilusión de que nuestra respuesta ante el objeto artístico es algo inmediato, cuando en realidad depende de múltiples procesos intermedios.
Por tanto, dentro de esa contemplación pura, el oyente tiende a despertar afectos con un interés material, así interviene el entendimiento a raíz de lo que es bello, siendo un proceso lógico y no estético. Por ello, el error de los músico consiste en la intención de indicar los sentimientos que generan esas obras artísticas, como si quisieran ver en ella, una característica específicamente propia de la música.
Ante ésto, Hanslick afirma que la verdadera obra de arte efectivamente sí se comunicará de algún modo con nuestro sentir, pero ninguna entrará en una relación exclusiva con el mismo. Por ello los tratadistas, los críticos y los estetas deberían centrarse no en el modo específico en el que la música genera afectos, sensaciones, nunca sentimientos en el oyente, sino el penetrar en las obras para explicar la fuerza específica de su efecto a través de las leyes de su propio organismo, es decir, la belleza de la obra artística, en este caso de la música por sí misma.
Ante ésto, se propone un estudio lo más objetivo posible de lo bello, dejándolo de considerar un sentimiento subjetivo, la belleza debe atacar a la materia misma, investigando lo que ella tiene de objetiva, independiente de las cambiantes impresiones., es decir, el arte musical se debe conocer por su propia misión técnica y comprenderse en función de sí mismo.
Sin embargo, Hanslick consideraba que los esfuerzos por enfrentarse a una especie independiente de belleza había resultado hasta ese momento inalcanzable a la estética musical. La mayoría de los textos aludían a la finalidad y el destino de la música, consistentes en despertar sentimientos, además de llamar sentimientos al contenido mismo de las composiciones musicale
Dos aseveraciones completamente erróneas de acuerdo al crítico. La belleza no es una finalidad en sí misma, la contemplación de lo bello genera sentimientos agradables en el espectador y esa contemplación puede enseñar al espectador algo hermoso con el claro propósito de que en ello se recree, pero ese propósito no atañe a la belleza de lo expuesto en sí.
Lo bello es y será bello, aunque no despierte sentimiento, o aunque el sentimiento no sea agradable, ni tampoco dejará de ser bello aunque nadie lo contemple, sin embargo de acuerdo a las estéticas expuestas, dejaría de ser bello si se mide la belleza como aquello para el placer del sujeto que lo contempla, pero no por ora de sí mismo.
Por su parte, Hanslick pretende cambiar la utilización errónea de la palabra sentimiento, como aquello que nos despierta la contemplación de un objeto artístico, en su lugar, propone sensación, que define como la percepción de determinada cualidad sensorial. El sentimiento por su parte es el cobrar conciencia de un estado de ánimo. Por ejemplo un olor posee genera una sensación sensorial, en este caso olfativa, luego mediante unos procesos como la experiencia o la memoria, nos podrá embargar una emoción de nostalgia si ese olor nos remite, por ejemplo, al hogar.
Así, lo bello alcanza primero nuestros sentidos, algo que comparten todos los objetos sensibles. La sensación es el comienzo y condición de agrado estético y no constituye más que la base del sentimiento, el cual según Hanslick ni siquiera es el órgano que percibe lo bello, sino la fantasía, como actividad de la contemplación pura, una contemplación con inteligencia, es decir, un imaginarse y juzgar, pero a una rapidez tal que no cobramos conciencia de estos procesos de manera aislada, originándose la ilusión de que nuestra respuesta ante el objeto artístico es algo inmediato, cuando en realidad depende de múltiples procesos intermedios.
Por tanto, dentro de esa contemplación pura, el oyente tiende a despertar afectos con un interés material, así interviene el entendimiento a raíz de lo que es bello, siendo un proceso lógico y no estético. Por ello, el error de los músico consiste en la intención de indicar los sentimientos que generan esas obras artísticas, como si quisieran ver en ella, una característica específicamente propia de la música.
Ante ésto, Hanslick afirma que la verdadera obra de arte efectivamente sí se comunicará de algún modo con nuestro sentir, pero ninguna entrará en una relación exclusiva con el mismo. Por ello los tratadistas, los críticos y los estetas deberían centrarse no en el modo específico en el que la música genera afectos, sensaciones, nunca sentimientos en el oyente, sino el penetrar en las obras para explicar la fuerza específica de su efecto a través de las leyes de su propio organismo, es decir, la belleza de la obra artística, en este caso de la música por sí misma.
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