Romanticismo: Estética y misticismo

El Romanticismo como movimiento artístico surge en Alemania en el S. XIX. Se caracteriza por una vuelta a la subjetividad, como un rechazo frontal al S.XVIII, totalmente dominado por el racionalismo. Los artistas románticos anteceden el "yo" y surge, por tanto, un pensamiento completamente individualista, de ahí el dominio de lo subjetivo y  de las emociones.

Además, el Romanticismo busca desesperadamente un salida del mundo que le rodea. El artista, completamente individualizado y sólo siente rechazo por el momento y lugar que le ha tocado vivir. Por todo ello busca un escape a otro lugar, y a otra época, de ahí la vuelta a lo medieval y a lo griego. En la estética romántica pasará exactamente lo mismo.

El primer escrito estético que se considera romántico es "Desahogos de un monje amante del arte" de Wackenroder, el cual tomo como protagonista la figura del pintor renacentista Fra Angélico. En él se produce una revalorización de la música a la cual sitúa por encima de otras artes como la pintura y especialmente la poesía.

Esto se debe a que el autor intuyó y comprendió que si el arte es fundamentalmente irracional, la música es el arte supremo; los sonidos, en efecto, no imitan nada y no significan nada. No pueden ser referidos a la realidad externa. La música tal y como propugna Wackenroder, y después de él, todos los románticos, es el arte de la absoluta interioridad, el arte que nos permite sentir el sentimiento.

Otro punto interesante en el texto del autor y que supone una vuelta a la estética medieval de la música es la referencia a la música como instrumento de alabanza. El arte debe ponerse al servicio de Dios, entonces como ya surgiera anteriormente, se da el problema de si la música puede ser también un arte religioso, es decir, si a través de la música adoramos a Dios o a nuestra propia capacidad de sentir y de exaltarnos. Es decir, nuestra capacidad de ser en el momento de éxtasis musical, creadores como Dios.

En definitiva, Wackenroder apunta al mismo problema que ya tuviera San Agustín. Él mismo reconoce la belleza y bondad de la música pero duda si esta sirve para alabar a Dios o alabarse a uno mismo. Entra el conflicto entre disfrutar de la música y la mayor o menor moralidad que eso conlleva. Esto se debe a que Wackenroder consideraba el arte una revelación divina, en claro paralelismo con los griegos y la procedencia de la música que ellos situaban en las musas. Por ello, se exige al artista una auténtica devoción, del mismo modo que se le exige a todos aquellos que contemplan y disfrutan de la obra creada.

Esto es, la religión del esteticismo. La religión es el arte mismo, pensando el arte como la representación de la verdad, pensamiento por otra parte muy platónico y pitagórico y que se convertirá en la máxima del movimiento romántico. De hecho la imagen tradicional de un hombre romántico, será aquel que sea; sentimental, irracional y amante del arte por encima de cualquier cosa, entendiendo el arte como religión.

Y entendiendo la música como ese arte supremo, cuyo valor se destaca ampliamente en todo el S.XIX. Donde la esética y el misticismo se dan la mano, donde la religión y el arte confluyen como uno solo.

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