El juicio estético: Lo bello y lo sublime
"La emoción es en ambos agradables, pero de muy diferente modo. La vista de una montaña cuyas nevadas cimas se alzan sobre las nubes, la descripción de una tempestad furiosa o la pintura del infierno de Milton, producen agrado, pero unido a terror; en cambio, la contemplación de campiñas floridas, valles con arroyos serpenteantes, cubiertos de rebaños pastando, proporcionan también una sensación agradable, pero alegre y sonriente" Immanuel Kant (Lo bello y lo sublime)
Dentro de la percepción de lo estético que Kant posteriormente estudiará en más profundidad en su "Crítica del juicio", distingue aquí entre los bello y lo sublime. Ambos son distintas dimensiones de un mismo juicio estético que se emite desde la subjetividad del individuo. Mientras que lo bello es algo más directo, simple o como lo define él "noble, alegre y sonriente"; lo sublime nos remite a algo superior, impactante, majestuoso, elevado.
Hay que destacar que lo bello no implica un menor grado de conocimiento de la belleza, sino un nivel distinto del juicio de ésta en relación a lo sublime. Mientras, como afirma el ejemplo de Kant, un arroyo serpenteante cubierto de rebaños nos parece algo bello, por lo noble y sonriente, también puede recibir el juicio estético de lo sublime, si lo observamos desde la grandiosidad de la naturaleza, convirtiéndolo en algo, elevado y majestuoso.
Por lo tanto una cosa no implica un menor grado que la otra, sino simplemente cualidades estéticas diferentes de un mismo objeto a estudio o juicio. De hecho, lo sublime puede incluso existir sin la existencia previa de lo bello. Así por ejemplo podemos considerar un tsunami o un huracán como algo sublime, por la fuerza arrolladora de la naturaleza, pero no lo consideraremos bello, ni agradable.
Visto todo lo anterior se puede extrapolar una serie de normas o reglas por las que distinguimos si algo es bello o es sublime. Efectivamente alguien que disfruta de una día lluvioso y de frío lo considerará algo bello, mientras que otros no disfruten con ello ni les reporte ningún placer. Pero también es cierto, que una gran mayoría relacionará el día soleado con algo bello, agradable, y el día lluvioso no como algo bello pero con la posibilidad de ser sublime, si de nuevo nos remitimos a la fuerza de la natruraleza.
Por todo ello, estos juicios que distinguen entre lo bello y lo sublime se puede en cierta manera tender a racionalizar, tal y como Kant realiza en su "Crítica del juicio", siempre siendo conscientes de que esa racionalización o normalización proviene de la sociedad de la que no nos podemos abstraer.
Debido a que los gustos de la mayoría que nos hacen distinguir más fácilmente lo bello de lo sublime se da en la sociedad. Kant dedica un capítulo de su ensayo a las distintas nacionalidades, y cómo éstas constituyen hombres y mujeres que dependiendo de cada caso tenderán a disfrutar de lo bello o de lo sublime, extrayendo diferentes características sociales propias de estas naciones, no solamente haciendo referencia a un lugar en concreto sino también a un tiempo muy determinado, en este caso el S.XVIII.
Por otra parte se observa como por tanto el juicio estético que se realiza sobre un objeto artístico será más tendente a clasificarlo como sublime. Efectivamente una estatua nos puede parecer bella en cuanto a su forma, la calidad del trabajo con el material, etc., pero el fin último al que aspira el arte tiende a lo sublime, a la creación de algo elevado, que represente los sentimientos, las emociones, las pasiones, la eternidad, lo magnífico de la condición humana, etc.
Ya que en última instancia los artistas aspiran a conseguir en su obra de arte lo sublime, lo cual aspira a la eternidad, mientras que lo bello está más dominado por las modas o los momentos concretos en los que se emite el juicio.
En definitiva, el juicio estético de lo bello nos remite más a los instintos, la percepción, es decir atañe a los placeres, a lo agradable o desagradable que nos puede producir algo, mientras que lo sublime nos remite a lo superior o elevado, pero no por ello mejor ni peor que lo bello, simplemente un juicio estético distintos que los humanos elaboramos como seres racionales con capacidad de abstracción y de imaginación.
Dentro de la percepción de lo estético que Kant posteriormente estudiará en más profundidad en su "Crítica del juicio", distingue aquí entre los bello y lo sublime. Ambos son distintas dimensiones de un mismo juicio estético que se emite desde la subjetividad del individuo. Mientras que lo bello es algo más directo, simple o como lo define él "noble, alegre y sonriente"; lo sublime nos remite a algo superior, impactante, majestuoso, elevado.
Hay que destacar que lo bello no implica un menor grado de conocimiento de la belleza, sino un nivel distinto del juicio de ésta en relación a lo sublime. Mientras, como afirma el ejemplo de Kant, un arroyo serpenteante cubierto de rebaños nos parece algo bello, por lo noble y sonriente, también puede recibir el juicio estético de lo sublime, si lo observamos desde la grandiosidad de la naturaleza, convirtiéndolo en algo, elevado y majestuoso.
Por lo tanto una cosa no implica un menor grado que la otra, sino simplemente cualidades estéticas diferentes de un mismo objeto a estudio o juicio. De hecho, lo sublime puede incluso existir sin la existencia previa de lo bello. Así por ejemplo podemos considerar un tsunami o un huracán como algo sublime, por la fuerza arrolladora de la naturaleza, pero no lo consideraremos bello, ni agradable.
Visto todo lo anterior se puede extrapolar una serie de normas o reglas por las que distinguimos si algo es bello o es sublime. Efectivamente alguien que disfruta de una día lluvioso y de frío lo considerará algo bello, mientras que otros no disfruten con ello ni les reporte ningún placer. Pero también es cierto, que una gran mayoría relacionará el día soleado con algo bello, agradable, y el día lluvioso no como algo bello pero con la posibilidad de ser sublime, si de nuevo nos remitimos a la fuerza de la natruraleza.
Por todo ello, estos juicios que distinguen entre lo bello y lo sublime se puede en cierta manera tender a racionalizar, tal y como Kant realiza en su "Crítica del juicio", siempre siendo conscientes de que esa racionalización o normalización proviene de la sociedad de la que no nos podemos abstraer.
Debido a que los gustos de la mayoría que nos hacen distinguir más fácilmente lo bello de lo sublime se da en la sociedad. Kant dedica un capítulo de su ensayo a las distintas nacionalidades, y cómo éstas constituyen hombres y mujeres que dependiendo de cada caso tenderán a disfrutar de lo bello o de lo sublime, extrayendo diferentes características sociales propias de estas naciones, no solamente haciendo referencia a un lugar en concreto sino también a un tiempo muy determinado, en este caso el S.XVIII.
Por otra parte se observa como por tanto el juicio estético que se realiza sobre un objeto artístico será más tendente a clasificarlo como sublime. Efectivamente una estatua nos puede parecer bella en cuanto a su forma, la calidad del trabajo con el material, etc., pero el fin último al que aspira el arte tiende a lo sublime, a la creación de algo elevado, que represente los sentimientos, las emociones, las pasiones, la eternidad, lo magnífico de la condición humana, etc.
Ya que en última instancia los artistas aspiran a conseguir en su obra de arte lo sublime, lo cual aspira a la eternidad, mientras que lo bello está más dominado por las modas o los momentos concretos en los que se emite el juicio.
En definitiva, el juicio estético de lo bello nos remite más a los instintos, la percepción, es decir atañe a los placeres, a lo agradable o desagradable que nos puede producir algo, mientras que lo sublime nos remite a lo superior o elevado, pero no por ello mejor ni peor que lo bello, simplemente un juicio estético distintos que los humanos elaboramos como seres racionales con capacidad de abstracción y de imaginación.
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