Música y humanismo
Si el Ars Nova supuso una evolución respecto del Ars Antiqua, la música, como un arte y algo vivo, no cesa en su evolución y el siguiente paso es el Renacimiento. Hasta entonces, la historia de la música medieval se desarrolló de forma muy hermética. Los teóricos elaboraron complicados sistemas cuyas relaciones con el mundo de los sonidos eran muy frágiles y eran aún más evanescentes las relaciones de dichos sistemas con el mundo de las letras y las demás artes.
La llegada del Renacimiento, y más concretamente del Cinquecento trae consigo la aparición de los primeros teóricos humanistas, abiertos a todos los problemas del arte y de la ciencia. Estos teóricos sustituyeron la teoría que Guido de Arezzo había basado en el hexacordo, por un sistema más moderno basado en la octava.
Sin embargo, por otro lado es curioso como en plena época polifónica, los teóricos se sienten más cercanos a la música monódica. Consideran que los autores más interesantes son aquellos que inventan melodías más que los que superponen enlaces polifónicos, ya que los primeros están más cercanos al espíritu de los primitivos cristianos, los griegos y los hebreos.
Ahí se observa como una evolución en el ámbito musical no implica un desarrollo y un aumento de la dificultad o el refinamiento del arte, sino distintas concepciones de éste íntimamente relacionadas con la sociedad que lo rodea. Una sociedad, que tras 10 siglos de Teo centrismo empieza a apostar por el antropocentrismo y el humanismo.
En esa idea de humanizar el arte se intentó, en esta época, reducir la distancia entre teoría y praxis, es decir, una concepción de la música más coherente con la realidad histórica del momento, en este caso un pensamiento renacentista que aspira a racionalizar la nueva experiencia musical.
Para ello, los teóricos comprendieron que era necesario un desarrollo de los instrumentos a nivel
organológico. Un refinamiento del arte para una nueva concepción de la música, más consustancial con la naturaleza y basado en un orden de caracter matemático, sencillo y racional, es decir, igual que la naturaleza propiamente dicha.
Esta idea de la mimesis del arte con la naturaleza procede de los griegos tal y como ocurre con la dualidad intérprete-oyente. En la Edad Media los destinatarios de la música no eran otros que los que la ejecutaban, vocal e instrumentalmente como medio de edificación religiosa. Ahora, volviendo a los cánones griegos, la música se compondrá pensando primordialmente en el destinatario, el oyente, al cual hay que “mover los sentimientos”.
Para ello es necesario el ya citado perfeccionamiento de los instrumentos y de la música instrumental, que por primera vez en la historia de la música empieza a independizarse tímidamente, en un proceso larguísimo y lentísimo que concluye triunfalmente en el Romanticismo.
Relacionado con este desarrollo instrumental, se observa como la figura del intérprete adquiere una nueva dignidad, que empieza a emerger en el Cinquecento y que modificó la condición social del músico, igualando a los literatos, arquitectos y pintores.
En definitiva, el Renacimiento trajo consigo un sinfín de cambios que no siempre suponen un desarrollo más complejo sino una concepción radicalmente distinta de la música que tendió a dignificar este arte totalmente independiente hasta entonces de la religión, así como dignificar a sus artesano, los intérprete, los músicos
La llegada del Renacimiento, y más concretamente del Cinquecento trae consigo la aparición de los primeros teóricos humanistas, abiertos a todos los problemas del arte y de la ciencia. Estos teóricos sustituyeron la teoría que Guido de Arezzo había basado en el hexacordo, por un sistema más moderno basado en la octava.
Sin embargo, por otro lado es curioso como en plena época polifónica, los teóricos se sienten más cercanos a la música monódica. Consideran que los autores más interesantes son aquellos que inventan melodías más que los que superponen enlaces polifónicos, ya que los primeros están más cercanos al espíritu de los primitivos cristianos, los griegos y los hebreos.
Ahí se observa como una evolución en el ámbito musical no implica un desarrollo y un aumento de la dificultad o el refinamiento del arte, sino distintas concepciones de éste íntimamente relacionadas con la sociedad que lo rodea. Una sociedad, que tras 10 siglos de Teo centrismo empieza a apostar por el antropocentrismo y el humanismo.
En esa idea de humanizar el arte se intentó, en esta época, reducir la distancia entre teoría y praxis, es decir, una concepción de la música más coherente con la realidad histórica del momento, en este caso un pensamiento renacentista que aspira a racionalizar la nueva experiencia musical.
Para ello, los teóricos comprendieron que era necesario un desarrollo de los instrumentos a nivel
organológico. Un refinamiento del arte para una nueva concepción de la música, más consustancial con la naturaleza y basado en un orden de caracter matemático, sencillo y racional, es decir, igual que la naturaleza propiamente dicha.
Esta idea de la mimesis del arte con la naturaleza procede de los griegos tal y como ocurre con la dualidad intérprete-oyente. En la Edad Media los destinatarios de la música no eran otros que los que la ejecutaban, vocal e instrumentalmente como medio de edificación religiosa. Ahora, volviendo a los cánones griegos, la música se compondrá pensando primordialmente en el destinatario, el oyente, al cual hay que “mover los sentimientos”.
Para ello es necesario el ya citado perfeccionamiento de los instrumentos y de la música instrumental, que por primera vez en la historia de la música empieza a independizarse tímidamente, en un proceso larguísimo y lentísimo que concluye triunfalmente en el Romanticismo.
Relacionado con este desarrollo instrumental, se observa como la figura del intérprete adquiere una nueva dignidad, que empieza a emerger en el Cinquecento y que modificó la condición social del músico, igualando a los literatos, arquitectos y pintores.
En definitiva, el Renacimiento trajo consigo un sinfín de cambios que no siempre suponen un desarrollo más complejo sino una concepción radicalmente distinta de la música que tendió a dignificar este arte totalmente independiente hasta entonces de la religión, así como dignificar a sus artesano, los intérprete, los músicos
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