La estética de la música: Perfecta autem vox est alta, suavis et clara
"La voz perfecta es alta, suave y clara: alta, para que llegue hasta lo sublime; clara, para que llene los oídos; suave, para ablandar los corazones de los oyentes" (San Isidoro de Sevilla, Etimologías)
El ser humano, desde sus orígenes y hasta la actualidad posee una percepción artística y de los sentimientos, por ello, en todas las culturas humanas, el arte ha estado y está presente en todos los ámbitos de su vida, además, desde esa percepción de los sentimientos, se crea un arte íntimamente ligado con ellos.
En el caso de la música, siempre se ha mostrado como una constante,una dualidad de sentimientos, el amor y el desamor, que implican arte dominado por la soavitá o suavidad, que es una propiedad de la música relacionada con la dinámica y el timbre y que se ha buscado en Occidente a lo largo de los siglos.
Esta suavidad, íntimamente relacionada con la belleza de los cantos, es un concepto constante en los distintos escritos históricos sobre música, que la definen como dulzura, suavidad y sutileza, es decir, la armonía de los sonidos.
Sin embargo, la sociedad Occidental actual es, no obstante, heredera de la apropiación que el S.XIX hizo sobre el concepto suavidad, ligándolo a lo cursi, empalagoso y decadente. Concepto ampliado por la convivencia que hoy en día experimentamos con sonidos agresivos y duros, que son un componente básico de nuestro ecosistema sonoro.
Hasta este momento, toda la música previa muestra esa relación íntima entre los sentimientos y los sonidos. Así, la perfección y la belleza de la música de las esferas produce sonidos concordes y armoniosos en los que la dulzura y la suavidad elevan a los humanos.
En la Edad Media, el cristianismo se apropió de muchos de los elementos y funciones de la música, ésta procedía del cielo y se mostraba en la tierra gracias a un coro de ángeles, que nos muestran un canto claro, bello y conmovedor que procede de Dios y que nos acerca a Él. Pues el canto es la máxima expresión de júbilo, un síntoma inequívoco de alegría, del gozo al entrar en comunión con Dios. En este sentido San Agustín apunta como "el que canta, ora dos veces".
Sin abandonar el Medioevo, los trovadores también hicieron del amor, la belleza y por tanto, la suavidad en los cantos, su locus recurrente en sus poemas. Un amor muchas veces despersonalizado y centrado en la naturaleza. Un amor cuya contraparte, el desamor, cobra igual importancia y es considerado igualmente bello.
En el Renacimiento y el Barroco esta unión permanece inalterada y además se teoriza, desde los antiguos textos del retórico Marco Fabio Quintiliano (ca 35-95) se vuelve a retomar la creación de escritos que muestran esa dualidad música-sentimientos y se elabora lo que hoy en día se conoce como la teoría de los afectos.
Teoría que afirma cómo la música puede generar en el oyente diferentes afectos, a través del tempo, el ritmo, la interválica o la tonalidad, así como por el texto, en esa unión de la literatura y la música que llegó a su máximo esplendor en el Romanticismo. Surgiendo también esa música programática que nos provoca una serie de sentimientos motivados desde un elemento extramusical, opuesta ilógicamente a la música pura, pues ella también es bella, clara, dulce y suave y también genera afecto y sentimientos en el oyente como objeto artístico que es.
Tras ésto se produce la decadencia decimonónica ya comentada y que desembocó en una ruptura total en el S.XX, una ruptura que se observa principalmente en la tonalidad y la armonía, pero que también se llevó a cabo en la estética. De repente se concibe una música que rompe con toda la tradición anterior occidental, y que se percibe como no bella, inexpresiva y sin dulzura y suavidad.
Sin embargo, es igualmente un objeto artístico generado por el ser humano, aquel que posee percepción artística y percepción de los sentimientos. Por lo tanto, aunque a priori rompa con la estética tradicional, es una música igualmente bella, dulce y suave.
Toda la música anterior también ha sido el resultado de estéticas muy distintas incluso contrarias entre ellas, sin embargo, el ser humano, es capaz de encontrar y disfrutar de la belleza y suavidad de todas ellas, por lo que con la distancia que confiere el tiempo, también será capaz de disfrutar de nuestra música contemporánea, que no deja de ser la combinación de sonidos que generan un afecto que nos provoca una sensación o sentimiento, y nosotros como oyentes, experimentamos.
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