El fin de la música
"Y afirmamos que la música no debe utilizarse por un solo beneficio, sino por muchos, esto es, por la educación y la purificación del alma ... y el tercer lugar como distracción, alivio y descanso de la tensión" (Aristóteles, Política 1341 b 38)
Con este pensamiento, Aristóteles resume las distintas concepciones que se tenían de la música hasta entonces y crea una definición que se mantiene hasta nuestros días. Por una parte la música, en cuanto a sus reglas matemáticas, armónicas y del orden es un objeto digno de estudio, como una ciencia. Por otro lado, siguiendo el camino de su maestro Platón, supone una catarsis, una liberación del alma y dentro del pensamiento sofista, que puede parecer contrario al suyo, también reconoce su plano hedonista, es decir, es algo que nos proporciona placer y felicidad.
La música es por tanto una de las artes más completas y por la que el hombre siente una cierta necesidad. La música, frente a la pintura, escultura o arquitectura, es decir las artes plásticas, se desarrolla en el tiempo, lo cual obliga a una mayor concentración para su disfrute, ya que la información que nos quiere trasmitir no aparece "de golpe" sino que se va desarrollando, se va haciendo.
Es también muy interesante en la música como ésta está viva y nunca se termina de hacer. Aristóteles en su definición del arte no focaliza su atención en el objeto artístico resultante ni en la idea personal del artista, en ese concepto universal del arte; sino que se centra en la producción. El arte para Aristóteles es la serie de conocimientos y habilidades que el artista utiliza para realizar el objeto final.
En este punto la música está continuamente produciéndose, cada vez que una obra se ejecuta el intérprete está de nuevo produciendo dicha obra de arte y sus conocimientos y habilidades difieren de lo que el artista posee y poseyó en el momento primigenio de composición de esa obra. Incluso el
mismo intérprete como ser no perfecto nunca producirá esa obra igual dos veces.
Sin embargo, en esa idea aristotélica de la universalidad del arte, todo el mundo que conoce una obra de música determinada puede hacer referencia a ella y será entendido por sus oyentes, a pesar de que no existe una única versión de dicha obra, porque no hay una única producción de dicha obra.
Por ejemplo, la Quinta Sinfonía de Beethoven es conocida por todos y todos podemos pensar en ella de manera universal a pesar de que nunca se ejecutará dos veces igual, y la Mona Lisa de Da Vinci es conocida por todos y todos podemos pensar en ella de manera universal y siempre se mostrará igual.
Otra característica interesante de la música es como es la única arte que sólo necesita del sentido del oído para su disfrute, es verdad que el teatro o el cine también, pero sin la vista, sin observar la actuación de sus actores, la información que nos llega será incompleta, mientras que en la música sólo haciendo uso del sentido del oído la información que nos llega ya es completa, representa la totalidad de la obra que se está produciendo en ese momento.
Finalmente la música, como el resto de artes, nos procura placer y nos lleva a un estado hedonista de eudaimonía, felicidad, estado al que todo hombre libre desea llegar en última instancia, quizás muchos no la ven útil o con un fin directo, tal y como lo hacían los sofistas, pero la artesanía como alfarería o zapatería, las llamadas artes útiles, hoy comparables a las ciencias, no nos llevan a dicho estado órfico y de liberación.
Por lo tanto, ¿no serían las artes útiles y las ciencias inútiles si pusiéramos el foco en la necesidad del ser humano por llegar a un estado sumo de felicidad, y no las simples necesidades físicas? ¿No deberían ser concebidas ambas actividades humanas de forma útil, ya sea para el cuerpo o para el alma?
En definitiva, estamos en una etapa en la que nos preguntamos por el fin del arte y el de la música en concreto, para así justificar su presencia en la educación o en la sociedad en general, cuando realmente estamos obviando la multiplicidad de los fines del arte, enunciado por Aristóteles como su definición de arte, definición que aún con todo se mantiene en la actualidad.
Es decir, todos observamos la música como un objeto digno de estudio, pero también de disfrute, ya que nos aporta felicidad y nos lleva a un estado superior. Por lo tanto, ¿por qué aún se siente la necesidad de justificación de la música, esa constante búsqueda de su utilidad y razón de ser en nuestra sociedad actual?
Con este pensamiento, Aristóteles resume las distintas concepciones que se tenían de la música hasta entonces y crea una definición que se mantiene hasta nuestros días. Por una parte la música, en cuanto a sus reglas matemáticas, armónicas y del orden es un objeto digno de estudio, como una ciencia. Por otro lado, siguiendo el camino de su maestro Platón, supone una catarsis, una liberación del alma y dentro del pensamiento sofista, que puede parecer contrario al suyo, también reconoce su plano hedonista, es decir, es algo que nos proporciona placer y felicidad.
La música es por tanto una de las artes más completas y por la que el hombre siente una cierta necesidad. La música, frente a la pintura, escultura o arquitectura, es decir las artes plásticas, se desarrolla en el tiempo, lo cual obliga a una mayor concentración para su disfrute, ya que la información que nos quiere trasmitir no aparece "de golpe" sino que se va desarrollando, se va haciendo.
Es también muy interesante en la música como ésta está viva y nunca se termina de hacer. Aristóteles en su definición del arte no focaliza su atención en el objeto artístico resultante ni en la idea personal del artista, en ese concepto universal del arte; sino que se centra en la producción. El arte para Aristóteles es la serie de conocimientos y habilidades que el artista utiliza para realizar el objeto final.
En este punto la música está continuamente produciéndose, cada vez que una obra se ejecuta el intérprete está de nuevo produciendo dicha obra de arte y sus conocimientos y habilidades difieren de lo que el artista posee y poseyó en el momento primigenio de composición de esa obra. Incluso el
mismo intérprete como ser no perfecto nunca producirá esa obra igual dos veces.
Sin embargo, en esa idea aristotélica de la universalidad del arte, todo el mundo que conoce una obra de música determinada puede hacer referencia a ella y será entendido por sus oyentes, a pesar de que no existe una única versión de dicha obra, porque no hay una única producción de dicha obra.
Por ejemplo, la Quinta Sinfonía de Beethoven es conocida por todos y todos podemos pensar en ella de manera universal a pesar de que nunca se ejecutará dos veces igual, y la Mona Lisa de Da Vinci es conocida por todos y todos podemos pensar en ella de manera universal y siempre se mostrará igual.
Otra característica interesante de la música es como es la única arte que sólo necesita del sentido del oído para su disfrute, es verdad que el teatro o el cine también, pero sin la vista, sin observar la actuación de sus actores, la información que nos llega será incompleta, mientras que en la música sólo haciendo uso del sentido del oído la información que nos llega ya es completa, representa la totalidad de la obra que se está produciendo en ese momento.
Finalmente la música, como el resto de artes, nos procura placer y nos lleva a un estado hedonista de eudaimonía, felicidad, estado al que todo hombre libre desea llegar en última instancia, quizás muchos no la ven útil o con un fin directo, tal y como lo hacían los sofistas, pero la artesanía como alfarería o zapatería, las llamadas artes útiles, hoy comparables a las ciencias, no nos llevan a dicho estado órfico y de liberación.
Por lo tanto, ¿no serían las artes útiles y las ciencias inútiles si pusiéramos el foco en la necesidad del ser humano por llegar a un estado sumo de felicidad, y no las simples necesidades físicas? ¿No deberían ser concebidas ambas actividades humanas de forma útil, ya sea para el cuerpo o para el alma?
En definitiva, estamos en una etapa en la que nos preguntamos por el fin del arte y el de la música en concreto, para así justificar su presencia en la educación o en la sociedad en general, cuando realmente estamos obviando la multiplicidad de los fines del arte, enunciado por Aristóteles como su definición de arte, definición que aún con todo se mantiene en la actualidad.
Es decir, todos observamos la música como un objeto digno de estudio, pero también de disfrute, ya que nos aporta felicidad y nos lleva a un estado superior. Por lo tanto, ¿por qué aún se siente la necesidad de justificación de la música, esa constante búsqueda de su utilidad y razón de ser en nuestra sociedad actual?
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