Músicos, ¿hábiles maestros artesanos o seres dotados por las musas?

"Pues las Musas me enseñaron a cantar un maravilloso himno" Hesíodo, Opera et dies 662

Los griegos, en su afán por explicar todo aquello que les rodeaba mediante mitos o leyendas, afirmaban que el origen de la música (en aquel momento fusionada con la danza y la poesía en la triúnica choreia) era divino.

Así, Orfeo considerado como el padre de la música griega había recibido un don especial de los dioses, una cualidad que le daba poder sobre el hombre.

Este concepto de creación siempre ha supuesto un misterio para el hombre, que siempre ha tendido a darle explicaciones sobrenaturales para comprenderlo, así en la India, el triple arte de la danza, la música vocal y la instrumental, Saṅgītā, era la forma visible de los dioses que se trasmitía a determinadas personas.

En el cristianismo, se mantenía la idea de que el canto gregoriano era obra del propio Papa Gregorio Magno mediante intercesión divina.


En nuestros días, esta idea se sigue manteniendo y tanto la creación artística como la ejecución de la música (en esa separación entre el compositor y el intérprete) se encuentra dentro de un aura de misterio, una cualidad innata en un numero reducido de personas.


Es el punto artístico y subjetivo de la música por la cual se espera de todos los músicos una gran sensibilidad inherente a la persona y que no puede ser aprendida, se posee o no.


Sin embargo, por otro lado, el arte es considerado una habilidad técnica, así los griegos lo llamarían techne, que en sus inicios hace referencia a toda actividad humana, que mediante su perfección por el trabajo se convertía en maestría.


Por lo tanto, todos los artistas, es decir, todas aquellas personas que realizaban una actividad técnica, eran artesanos, demiurgos, que mediante la perfección se convertirían en maestros, architekton.


Volviendo a nuestros días, el trabajo de los instrumentistas se observa como una tarea de repetición durante un largo periodo de tiempo. Tocar un instrumento, como cualquier actividad técnica requiere de un arduo trabajo para superar limitaciones técnicas y obtener un buen resultado final, una maestría que defina al trabajo pero también al artista.


El debate surge entre ambos elementos que configuran a un artista, el don innato, la sensibilidad inherente y el trabajo, la constancia; ya que a grandes rasgos se podrían distinguir dos tipos de personas de cara al arte, aquellas más racionales que para poder ejecutar algo necesitan de un conocimiento previo y profundo sobre aquello con lo que van a trabajar y otras personas más intuitivas que no necesitan un trabajo previo puesto que ya poseen esos conocimientos de manera innata, aunque no necesariamente racionalizada.


Esta discusión nos llevaría necesariamente a una serie de preguntas como, ¿se puede ser músico sin capacidades innatas pero con una gran constancia y trabajo y así llegar a tenerlas? y ¿los músicos intuitivos se pueden fiar sólo de sus instintos o deben racionalizarlos mediante el trabajo para un conocimiento más profundo?


Lo cual nos lleva a la última pregunta, ¿es mejor músico aquel que sin necesidad de trabajo posee inherente las capacidades musicales, o aquel que sin tenerlas innatas consigue hacer de su laborioso trabajo una maestría?



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