Música, ¿purificación del alma?

"Los pitagóricos, según decía Aristóxeno, purificaban el cuerpo por medio de la medicina y el alma por medio de  la música" PITAGÓRICOS (Cramer, Anecd. Par. I 173)

Qué curioso es que todas las culturas, en el momento histórico en el que se diesen o el lugar geográfico dónde se encontraran, poseyeran música.

El ser humano siempre ha tendido a conjugar los sonidos y los ritmos, los silencios y las palabras para expresar ideas elevadas. Y ese arte que se daba como resultado, existía en el centro mismo de las distintas sociedades.

Y fue precisamente su gran importancia lo que lo ligó a la espiritualidad, las creencias religiosas de cada pueblo.

Los pitagóricos, que fueron una comunidad de carácter moral, pero también religioso fueron los primeros en dotar de gran importancia de la música.

Primeramente definiéndola como algo propio de la naturaleza, una conjunción de sonidos armoniosos, moderados y concordantes que no eran más que el reflejo de dicha naturaleza bella y positiva.

Unas proporciones que dotaban a la música de una fuerza que afectaba directamente al alma, en esa idea de la triúnica choreia por la que la música incidía directamente a las emociones y los sentimientos.

La música por tanto era y es una psicagogía, una guía de las almas, las que podía conducir a un buen o mal ethos en función de si era buena o mala.

Fue precisamente esta buena música a la que se le dotó también de un elemento órfico y se la relacionó con la religión y espiritualidad.

Es decir, que la música se presta a la purificación del alma, es catártica y produce una limpieza espiritual no sólo a quien la ejecuta sino también a quién la contempla, cuya actividad es quizás la más noble ya que no aspira a la fama sino al conocimiento.

En la actualidad aún mantenemos esos ritos en relación a la música, no sólo dentro de los templos religiosos sino cuando asistimos a un concierto.

Todo se lleva a cabo de acuerdo a un orden, en la música clásica, el público se sienta en sus butacas y aguarda en silencio a que una o un conjunto de personas vestidas de negro afinen sus instrumentos y comiencen a tocar. El publico que espera en silencio, sólo rompe en aplausos cundo la obra ha finalizado ante lo que los músicos saludan reverenciando.

Ante ésto, me pregunto, ¿sigue manteniendo la música su carácter órfico y catártico? o ¿el hecho de que tengamos tanta música a nuestra disposición hace que los espectadores contemplen la música como una liturgia vana y vacía?

Y aunque la música se genera de forma más cuantitativa en nuestros días, ¿no estamos sacrificando con ello el elemento cualitativo de ésta, desposeyéndola de su características más elevadas? ¿Características que la convirtieron en el centro de todas las sociedades justificando con ello su presencia en todas ellas?

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